Noche de trabajo

Asakaze había terminado por aquel día sus prácticas de canto y música. Había llegado la hora de atender a los posibles clientes que llegaran al Yuwaku. Se sentó mientras ordenaba sus ropas y su cabello. Uno nunca podía saber cuando sería reclamado para acompañar a alguna de las ilustres personas que acudían cada noche al Yuwaku buscando alguien que tocara para ellos, les preparara un te o simplemente les siguiera la conversación.
Eso sí, siempre de una forma refinada, humilde y complaciente.
Su mirada se posó en un punto bajo el nivel de sus ojos mentras se dejaba observar con una ligera sonrisa.

_Claro, sigame por favor - contestó con una sonrisa.

Levantándose, se encaminó con paso menudo hacia el interior del Yuwaku.

_Y, ¿no le dijeron para quién era el kimono? - preguntó sorprendido - Fue un descuido imperdonable por nuestra parte, sin duda...

Llegaron a una habitación y Asakaze recorrió la puerta para inmediatamente coger aquel bello kimono de manos de aquel hombre. Lo hizo con sumo cuidado, como si se tratara del objeto más valioso que jamás había llegado a ver. Y debía serlo por la suavidad de la tela... Asakaze lo miró fascinado y lo introdujo en la habitación, dejándolo extendido con sumo cuidado para que no se arrugara.

_Ni nuestro director ni su hermano se encuentran en estos momentos en el Yuwaku, pero aquí podrán verlo cuando regresen. Ellos sabrán quién lo encargó. Y no tema, nada le sucederá hasta entonces... - le dijo con una sonrisa mientras cerraba la habitación de nuevo.

Después realizó una profunda reverencia.

_Lamento los inconvenientes que hayamos podido causarle, le ruego que no nos los tenga en cuenta. Si puedo hacer algo más por usted...

Sonrió complaciente cuando el diseñador de kimonos aceptó quedarse con ellos. De nuevo hizo una reverencia.

_Será un placer acompañarle - le dijo- Por favor, sígame...

Volvió a caminar elegantemente hasta una habitación cercana. Al llegar abrió la puerta e hizo un gesto mientras se retiraba para dejar paso libre a su cliente, invitándole a entrar.
La habitación estaba decorada elegantemente sin llegar a ser recargada, las finas telas se extendían, colocadas con gracia en varios lugares. El olor a flores frescas se extendía por ella. Cuando su cliente hubo entrado, Asakaze le siguió, cerrando la puerta tras él. Arrodillandose frente a él, realizó otra reverencia.

_¿Qué desea hacer mi señor? - le preguntó. - ¿Desea una taza de té, un masaje o quizás prefiera escuchar una bella canción?

_¿Un masaje? Claro, no es ninguna molestia. - le dijo sonriente, con la mirada baja. - No tiene que preocuparse de nada, yo me ocuparé de todo...

Acercándose por detrás con paso menudo, se arrodilló tras él y comenzó a masajear su espalda por encima de la ropa.

_¿Desea mi señor que le despoje de su kimono? El masaje tendrá más efecto si se realiza tumbado y sin ropa. - le dijo

Comenzó a retirar el kimono de Isaac con sumo cuidado, y miró algo sorprendido aquellas cicatrices, pero no dijo nada.
Mientras Isaac se tumbaba boca abajo, Asakaze fué a buscar unos botes de aceite perfumada, untando sus manos comenzó a pasarlas por la espalda del fabricante de kimonos lentamente, deteniéndose en algunos puntos, presionando en los sitios adecuados.
Tenía una espalda de músculos firmes y trabajados, aunque no demasiado marcados. Asakaze se preguntó en secreto, cómo un fabricante de kimonos parecía estar en tan buena forma.

_Está muy tenso, mi señor... Debería darse masajes más amenudo. Se nota que su trabajo es muy estresante, tiene la espalda llena de nudos...

Continuó masajeando, bajando sus manos lentamente hasta sus piernas, las cuales comenzó a acariciar levemente al principio, apretando poco a poco.
A partir de entonces, alternó sus cuidados en ambas zonas, piernas y espalda.

"La verdad no esperaba que hubiera alguien que diera tan buenos masajes", le dijo aquel joven rubio. El houkan sonrió tímidamente.

_Es un favor que usted me hace... - le ocntestó educadamente - Me llamos Asakaze, Asakaze Keizan.

Continuó dando el masaje, intentando no observar demasiado de cerca aquellos ojos color rubi que parecían hiponotizarle. Sería de mala educación mirarla demasiado de cerca...

El houkan continuó con su masaje. Por un momento, creyó que su cliente se había dormido, no sería el primero que lo hacía...
Sonrió ligeramente mientras sus manos continuaban acariciando aquella espalda de músculos firmes, marcados y, con aquellas cicatrices...
Se moría de curiosidad por preguntarle el origen de ellas, pero hubiera sido de muy mala educación, así que comenzó a fantasear.
Quizás, aquel joven había tenido un pasado turbulento. Quizás había sido un gran samurai, curtido en mil batallas al que habían acabado asesinando a su señor, después de aquello, había renunciado a la violencia, dedicandose a la confección de bellos kimonos.
O quizás había tenido un amor imposible, una joven princesa de la que aún estaba enamorado y, aquellas marcas, habían sido producidas como castigo a su osadía...
O, incluso, podía tratarse de un asesino a sueldo, frío, despiadado, que ocultaba su verdadera personalidad, haciendose pasar por un simple comerciante...
Asakaze no pudo menos que sonreir ante la idea. Su fantasía volaba demasiado rápido en algunas ocasiones...
Acabó su masaje y limpió sus manos. En verdad esperaba que no se hubiera dormido...

_Ya terminé mi señor... - le dijo con una sonrisa - ¿Desea algo más de mí?